Muros floridos en invierno
Senecio angulatus |
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Volvía
de Loiola a Gros por el puente de Astiñene, puente que no figura entre los
siete de Donostia, según las páginas turísticas;
pero hay varios más. Uno de esos es el puente de Astiñene, que está entre los barrios
de Egia y Loiola, junto al caserío de su nombre.
Bien, pues al pasar, algo brillante
llamó mi la atención, más que los muñecos del belén de Loiola.
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Y fue que, al mirar hacia el caserío ruinoso, vi unas matas
cuajadas de flores amarillas en pleno invierno, ante la fachada que da a la
margen derecha del Urumea.
No me pareció, con todo, que esas vistosas matas sacaran
de sus preocupaciones a los transeúntes que diariamente andan por la zona: no
las miraban; no serían novedad.
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Y eso
que, estas matas no solo crecen cabe Astiñene, si no que continúan hacia Egia
por el costado del muro que sostiene la carretera. Parecen competir con las
hiedras, escalando el muro desde las huertas junto al Urumea hasta el pretil de
la acera.
Por este parecido, unas flores tan compuestas como las margaritas, se
llaman hiedras… del cabo.
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Las hiedras
del cabo, en efecto, han venido del cabo, sí; pero no de uno de nuestros cabos,
sino de El Cabo de Buena Esperanza, en la punta sur de África. No he llegado a
saber si vinieron en plan turístico o si llegaron en pateras; pero es el caso
que han venido para quedarse, al parecer y de momento, en las afueras.
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Y así
es cómo las afueras de San Sebastián, cuya buena presencia no entra en las
urgencias municipales, cuentan hoy día con el estimable adorno de estas flores extranjeras.
Una vez más, son los de fuera quienes cubren las carencias que descuidamos los
de casa: no solo no restan, sino que suman color y esplendor.
Cálido colorido a cargo
de plantas llegadas al invierno donostiarra
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