Distrayendo
la espera con flores impacientes
Impatiens balfourii |
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Mientras Mikel le cambia el aceite al coche, y haciendo tiempo, doy una vuelta por la margen izquierda del río Oyarzun. Veo que ya, por el barrio Larzabal de Rentería, las orillas presentan una apariencia natural y florida de bosque de ribera. La Fandería fue una de las zonas más afectadas por los aguaceros y las inundaciones de mayo. Ahora, sin embargo, viendo estas “impatiens” nada hace pensar en el desastre que hace cuatro meses supuso para esta zona la crecida del Oyarzun.
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Junto a esta orilla está el
paseo que lleva el nombre del pintor Darío Regoyos. Y aquí es donde me cruzo
con quienes caminan a esta hora, mayormente jubilados, mientras me llegan
ráfagas de conversaciones variopintas y animadas.
- Se lo dije una y otra
vez: que no les des nada, que no.
- No, si es lo mejor. Si
no, no aprenden.
- Y él, dale que dale…
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Si Regoyos
hubiera pintado estas conversaciones, serían tan coloristas y luminosas como
sus paisajes, pero sus personajes, sin embargo, son a menudo disgregados y oscuros;
no hablan o se agrupan en procesiones lúgubres.
Otra cosa es suponerle andado
por estas orillas, con las “impacientes” en plena floración y oyendo lo que se habla
esta mañana.
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Pues sí, Darío anduvo por esta misma orilla y pintó bañistas junto a este río: Bañistas en Rentería.
¡Vaya! No parece que en la "belle epoque" hiciera falta bañador; sería para lucimiento de los veraneantes
en La Concha. Así mismo, me sorprende ver que ahora la vegetación arbórea es
más abundante que hace un siglo. Las crecidas del río, por el contrario, no
afectarían entonces a otras edificaciones que no fueran industriales, como la
fandería y los molinos de cortaban el cauce.
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Regoyos se situó un poco apartado, quizá para evitar que los chapuzones le salpicaran la tela, pero oiría claramente los grititos de los bañistas y pintó la luminosidad de su alegría.
Puedo suponer también que, si se hubiera acercado, habría distinguido las “impatiens” que quizá ya estarían por ahí, como lo estarían las que vemos por Igueldo junto al Camino de Santiago, venidas desde el Himalaya, vete a saber cuándo y cómo.
Aún en
otoño tenemos con qué animar la vista y el oído
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