Descuidadas
al pie de las catalpas
Galinsoga ciliata alrededor de una catalpa |
Galinsoga ciliata |
En la parada
del hospital, montamos en el autobús 17 para bajarnos ante el número 30 de la
Avenida de Navarra.
Al acercarnos, pulso el luminoso y le hago seña al chófer
cuando mira por el retrovisor interior. Nos saca la rampa, para que podamos
bajar con la silla de ruedas, que justamente salva el alcorque que rodea el
tronco rugoso de una catalpa.
Galinsoga ciliata |
Desciendo
despacito del autobús, cuidando de no irme hacia el árbol. Saludo con un gesto al
chofer y al mirar al suelo es cuando veo que ha brotado y florecido, en ese reducido
espacio de tierra del que se eleva la catalpa, una pequeña planta verde, una
galinsoga
Galinsoga ciliata |
Las
galinsogas migraron como otras,
y hoy día otros, desde más allá del
Atlántico.
No quitan terreno, no, a las autóctonas, no invaden sus espacios. Se
limitan a grietas y sitios yermos donde nadie quisiera estar, como son los
alcorques de la Avenida de Navarra o de la calle Miracruz.
Galinsoga ciliata |
Muchos de
estos alcorques no son sino unos palmos de tierra apelmazados al borde de las
aceras y adornados con desechos desagradables.
¿Quién quisiera sobrevivir entre
cáscaras, colillas, chicles o excrementos y orines perrunos?
Galinsoga ciliata |
Pues
ahí tenemos a las galinsogas, escardadas de los jardines elegantes,
pero haciendo
el trabajo sucio de ocultarnos nuestras excrescencias y poniendo puntos de color
al pie de una parada de autobús sin que haya quien se detenga a contemplarlas.
De tan lejos y… tan cerca; sin apenas reparar en ellas.
Galinsoga ciliata |
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